mércores, 10 de agosto de 2016

ARREDOR DAS TRADUCIÓNS


Por Pepe de Rocaforte
Cando eu era novo volvía estar de moda Rabindranath Tagore. Digo “volvía” pero non sei con certeza se “pasara”. Tal vez sexa unha idea inducida por Vicente Risco, que en “Mitteleuropa” conta como fora un gran admirador do poeta indio e cando lle deran o Premio Nobel pronunciara unha conferencia sobre el no Ateneo de Madrid. ¡Quen che mo había de dicir a min, que agora aquí en Berlín había chegar a ver e ouvi-lo gran poeta bengalí! [...] teatral de máis. A carón seu, a sinxeleza –quizais tamén enfática- de Gandhi, ten por forza que gañar moito.
En fin, cambio de terzo para pasar ó que quería referir.
Alá a fins dos anos cincuenta e principios dos sesenta do século pasado tamén a min me fascinou a poesía de Tagore, lida nunhas traducións fermosísimas de Zenobia Camprubí, en versión libre, non do bengalí, senón do inglés. E en “El Jardinero” (Losada, Buenos Aires 1958) vexo unha nota do propio Tagore na edición inglesa, seica feita por el: “estas versións non son literais; uns poemas están abreviados e outros son só paráfrases”.
É dicir: ¿se a versión inglesa, aínda que feita polo propio Tagore, é así, e a versión de Zenobia ó castelán é tamén un tanto libre, que parecidos e que diferenzas haberá entre o que eu lin e o orixinal bengalí?
E aquí damos co campo das traducións. Pouco máis ou menos por aquela época lin “Sascha Yegulev”, de Leónidas Andreiev. Foi nunha edición abreviada, na “Enciclopedia Pulga”, unha colección de textos baratos, en formato de 7,5 x 10,5 (acáboo de medir) coa que os rapaces tratabamos de iniciar a nosa pequena biblioteca.
A novela de Andreiev impresionoume. Sobre todo tiña unha primeira páxina que non se me esquecería nunca. Logo, andado o tempo, ó saber que aqueles textos da “Enciclopedia Pulga” non eran completos, busquei unha tradución íntegra e comprei as Obras Completas do autor ruso, en Aguilar.
Nada máis empezar a ler de novo “Sascha Yegulev” sentín unha tremenda decepción: Aquela novela non podía ser a mesma. O texto non lle chegaba nin á altura dos xeonllos ó que lera de rapaz. ¡que diferenza entre unha tradución e outra! E aquí chega o gran problema dos que dependemos dos tradutores para ler obras escritas noutros idiomas.
Hoxe volvín mirar unha versión e outra, a da “Enciclopedia Pulga”, de I. Sánchez Iglesias (?), e a de Aguilar, de Rafael Cansinos Assens, e as diferenzas non me pareceron tan abismais como mo pareceran antes. Así e todo algo hai, un non-sei-que, que segue facéndome preferir a versión dese descoñecido “I. Sánchez Iglesias” mellor ca de Cansinos.
Para que vostedes poidan opinar reproduzo os dous principios e aproveito de paso para facer outro tanto co inicio do “Ulises” joyceano, en versións de José Salas Subirats, a primeira, e José María Valverde, a segunda.
Cando se publicou a tradución de Valverde houbo unha case campaña para desprestixiar a primeira tradución ó castelán, a de Salas Subirats, mentres que agora os ventos parecen soprar en sentido contrario. Certo que aquí para facer comparanzas, unha páxina non chega a nada, só é un cativo botón de mostra. Agora esperarei a ler a primeira tradución (íntegra) ó galego, feita hai un par de anos por Xabier Queipo, María Alonso, Eva Almazán e Antón Vialle. E tamén esperarei a posible nova tradución ó castelán feita por Eduardo Lago, a ver que saco de todo esto.
.-.-.
 SASCHA YEGULEV, versión de I. Sánchez Iglesias:
El amor, como las lágrimas, aspira a ser recíproco. Cuando sufre el alma de un gran pueblo, toda la vida está perturbada, los espíritus vivos se agitan, y los que tienen un noble corazón inmaculado van al sacrificio.
De estos fue Sascha Pogodin, joven, hermoso y puro. La vida le había designado como víctima en el altar de sus pasiones y de sus dolores, y él abrió su corazón a los llamamientos misteriosos, incomprensibles para los demás; llenó hasta los bordes la copa de oro con la sangre de su sacrificio.
Triste y tierno, amado por todos a causa de su belleza y de la pureza de sus pensamientos, unos labios sedientos bebieron su sangre, y pereció muy joven, de una muerte solitaria y terrible. Fue enterrado junto a los criminales y asesinos, cuya muerte había compartido por propia voluntad; murió maldito de los hombres, y nadie puso una cruz sobre su tumba desconocida.
¿Quién iba a cerrar los ojos de un asesino? Quedarán abiertos, mirando dóciles a las tinieblas, hasta el gran día del juicio supremo. ¿Quién hubiera osado cerrar los ojos de Sascha Yegulev?
Pero su madre vive y le llama:
-¡Sascha, dulce hijo mío!

SASCHA YEGULEV, traducción de Rafael Cansinos Assens:
Anhela el amor correspondencia, las lágrimas buscan lágrimas que les respondan. Y cuando el alma de un gran pueblo sufre, resiéntese toda su vida, tiembla toda alma viva, y los puros de corazón van al sacrificio.
Tal sucedíale a Sascha Pogodin, joven bello y puro. Para la satisfacción de la pasión y sus dolores, la vida abrióle el corazón a esas voces agoreras que otros no oyen, y su sangre victimaria colmó hasta los bordes el áureo cáliz. Triste y tierno, amado de todos por la belleza de su rostro y la severidad de sus ideas, apuró aquel hasta el fondo del alma con sus ávidos labios y murió prematuramente, y fue su muerte solitaria y terrible. Y lo enterraron junto con malhechores y asesinos, cuya suerte voluntariamente compartiera; y no dejó fama de bueno, ni se alza ninguna cruz sobre su ignorado sepulcro.
¿Quién cierra los ojos de un asesino? ¿Hasta el día del Juicio seguirán abiertos y mirarán fijos en la oscuridad? ¿Quién osaría cerrar los ojos de Sascha Yegulev?
Pero su madre vive, y su madre lo llama: “Mi Sascha querido”.
----------------------------------------

ULISES, traducción de José María Valverde:
Solemne, el gordo Buck Mulligan avanzó desde la salida de la escalera, llevando un cuenco de espuma de jabón, y encima, cruzados, un espejo y una navaja. La suave brisa de la mañana le sostenía levemente en alto, detrás de él, la bata amarilla, desceñida. Elevó en el aire el cuenco y entonó:
-Introibo ad altare Dei.
Deteniéndose, escudriñó hacia lo hondo de la oscura escalera de caracol y gritó con aspereza:
-Sube acá, Kinch. Sube, cobarde jesuita.
Avanzó con solemnidad y subió a la redonda plataforma de tiro. Gravemente, se fue dando vuelta y bendiciendo tres veces la torre, los campos de alrededor y las montañas que se despertaban.
ULISES, traducción de José Salas Subirats:
Imponente, el rollizo Buck Mulligan apareció en lo alto de la escalera, con una bacía desbordante de espuma, sobre la cual traía, cruzados, un espejo y una navaja. La suave brisa de la mañana hacía flotar con gracia la bata amarilla desprendida. Levantó el tazón y entonó:
-Introibo ad altare Dei.
Se detuvo, miró de soslayo la oscura escalera de caracol y llamó groseramente:
-Acércate, Kinch. Acércate, jesuita miedoso.
Se adelantó con solemnidad y subió a la plataforma de tiro. Dio media vuelta y bendijo tres veces, gravemente, la torre, el campo circundante y las montañas que despertaban.


Ningún comentario:

Publicar un comentario